jueves, 20 de agosto de 2009

Casi una historia de amor, Francisco Umbral.


Anartz, el etarra huido, era novio de Olaia y trabajaba en la funeraria de Pasajes. Olaia Castresana Landaberea voló con la bomba entre las manos. Anartz, su amor, su novio, su compañero, le ha puesto la última esquela: «Maite Zaitut» («Te quiero»). La cruz no es una cruz católica ni griega ni gamada, pero es una cruz de fino adorno. He aquí un comando unido no por el odio sino por el amor. La desgraciada amante se ha hecho famosa como culpable y como víctima. Anartz le pone una esquela.

Habría que remontarse a Shakespeare o a los griegos para encontrar una historia de amor tan violenta y adolescente. Pero lo cierto es que el amor herboriza con frecuencia en el territorio de la sangre, y entonces adquiere más veracidad y fuerza que los amores nacidos a la sombra de las muchachas en flor. No podemos hacer un esfuerzo para entender a esta pareja que se habían conocido, como tantas, en el polvoriento bachillerato, y habían pasado juntos al ideal abertzale, viviendo como amor el diario encrespamiento de las manifestaciones y la muerte, viviendo como dolor la caída de un compañero. Es puro Shakespeare, sí, o lo será dentro de cien años. Hoy queda ahí la esquela que él le puso y que tengo entre mis manos temblorosas no sé si de amor o de odio. Al amor suele faltarle argumento y cobra más vitalidad cuando una guerra, una lucha, un conflicto familiar, social o político complejiza sus pasiones poniendo sangre en los besos, poniendo ternura en las manos tatuadas de pólvora.

Anartz no era un buen estudiante, pero sí un joven inquieto que exhibía su actuación en la kale borroka. Hasta ahí le seguía Olaia con pie breve y decidido, como antes había destacado en el deporte. 23 y 22 años. Dos adolescencias traídas al brocal de la juventud y de la lucha por la mano de un ideal, que para ellos lo era, porque lo que pasa es que no se puede ser joven sin un amor y una lírica. La lírica de estos dos niños la entendemos mal los españoles, pero a ellos les servía. Habían dejado su amor en euskera, esa escritura de pintada, en las calles de San Sebastián.

Vivían en un piso pequeño cargado de amor y munición. La épica de la guerra arrastra siempre la lírica de los besos. Todo esto hubiera sido un lugar común sin las circunstancias finales y fatales que conllevan con frecuencia los guerrilleros apresurados, los revolucionarios pasionales y aquéllos que confunden la sangre de la vida con la hemorragia de la muerte. Anartz trabajaba en una funeraria, manejaba esquelas, y la última esquela que ha publicado es la de su propia novia. Entre el grupo de esquelas que enlutaron el periódico Gara con la tipografía urgente y sentimental de las esquelas a Olaia, se lee la palabra seca y fuerte, como un disparo, pero luminosa como un verso: «Maite Zaitut».

«Te quiero». En todos los idiomas del universo se han escrito estas dos palabras. No hay un dativo más corazonal en ninguna gramática. Eran dos jóvenes asesinos en proyecto, pero seguro que también tendrían otros proyectos más leves, más puros, más verdaderos, menos equivocados, más vivideros. Entre el amor y el crimen, la muerte no les ha dado tiempo a elegir el color de la vida frente al color negro de las esquelas.


Sensación tan triste y extraña debe sentirse cuando lo que más quieres en este mundo se va porque no has sido hábil, al atacar cuando combates con tu gran opositor de tus principios... El otro lado de la moneda del conflicto, en el cual, aunque algunos les sorprenda, los asesinos también tienen su corazoncito.

Lo mismo llega un día, en el que todo esto se acabe...

Maitasuna ederrena ba da
zergatik hortaz iluntzian
askatasunarekin larrutan?
Maitale arriskutsuegia da
hortik ibiltzeko kontutan.
Ez zeok bueltarik eman behar
jazo behar dena jazo data
ez da inor onik denentzat
nork ez du maite askatasuna
nahiz ta leher dedin esku artean?

Si el amor es lo mas hermoso,
¿Por qué follar a oscuras con la libertad?
Es una amante demasiado peligrosa
Como para andar contándolo por ahí.
No hay que darle mas vueltas,
yo que tiene que pasar, pasa
y no hay nadie bueno para todos
¿Quién no ama la libertad...
aunque le reviente entre las manos?

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