sábado, 10 de diciembre de 2011

Romper el tiempo

Salir de mi casa a mediodía, pasar a comprar pan y magdalenas, y dirigirme hacia Plaza Nueva, a encontrarme con las chicas. Ana estaba con la perrita y con un amigo, las demás no habían llegado todavía. Ha hecho un día espléndido. Nos hemos tomado un café tranquilamente al sol en la plaza, al rato han venido las demás y hemos subido hasta la baja montaña para hacer danza, al sol y entre los olivos, con la sierra enfrente de nosotras vigilándonos. Nos hemos ido antes de que empezara a atardecer, teníamos cosas que hacer. Ana me ha llevado por el Barranco del Abogado, lugar que todavía no conocía. Tras pasar el Realejo y seguir caminando, ha habido un momento mientras cruzaba una calle que el reloj se me ha caído al suelo, se ha soltado una pieza. En pocos segundos sentí que una parte de mi cuerpo se había ido hacia abajo, al suelo. Mi reloj de pulsera forma parte de mí, sólo me lo quito cuando voy a estar en contacto con el agua y que aún así no se estropearía, pero cada cual tiene sus manías. También me lo quito para jugar al vóley. Ana me ha dicho que es una señal. El tiempo se ha caído sobre mis pies, se ha parado, ha tocado tierra. El tiempo pasa muy rápido pero no es lineal, es una cordillera, y no lo puedes controlar. Lo ideal sería no tener ninguna percepción del paso del tiempo, algo así como lo que sientes cuando te vas de viaje. Son tiempos de inflexión, de abrir nuevas puertas sin cerrar las pasadas, teniendo el pasado siempre presente, saber con certeza quién eres y estar totalmente abierta al futuro, y aunque éste sea totalmente incierto, dejarse llevar por el sentir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

:plasplasplasplasplasplas: infinitos mas :plas: cuantos se puedan.

Coincido contigo, por ello no llevo reloj desde hace mucho tiempo.

Te sigo leyendo.