jueves, 1 de mayo de 2014

Spanish people by the world


Llevo ya siete meses viviendo en Reino Unido y si hay algo que más detesto en este país es que está lleno de españoles. Tengo la suerte de vivir en una ciudad pequeña, así que el volumen de migrantes españoles no es comparable con el de otras ciudades como pueden ser Londres o Bristol. Pero, si hay gente que viene para acá y se siente como en casa porque vive inmersa en una comunidad de españoles, y se lo pasa pipa saliendo con españoles, y viviendo con españoles… A mí me chirría. Es algo de lo que intento huir y es que no hay escapatoria.

La mayor parte de la poca gente que conozco son españoles, aunque por lo menos siempre he tenido claro que no quiero vivir con españoles. He vivido ya en tres casas diferentes aquí  y nunca con españoles. Mi círculo de amistades si ya era pequeño hace unos meses ahora en lugar de crecer se ha ido haciendo más pequeño… Bien es cierto que al trabajar en casa no tengo espacio de socialización laboral, y en las clases de inglés las pocas personas que me han llamado la atención tienen demasiadas obligaciones (matrimonio, jornadas intensas de trabajo..) como para irse con una veinteañera a tomar pintas. Yo pensé en su día que qué suerte tenía al no haber ningún español en mis clases de inglés, hasta que empezaron las clases del segundo trimestre…y voilá, españoles. Se piensan que porque hemos nacido en el mismo maldito país es obligación que una vez fuera tenga que quedar contigo. Quedaré contigo si veo que congeniamos seas de donde seas.

Aquí amistades lo que se dice amistades no tengo, tengo colegas, con los que comparto el tiempo libre. Pero no tengo a personas de confianza con las que vivir, reír, llorar, gozar y cuidarnos. Y eso a veces resulta triste. Pero más triste me resulta la hipocresía de la comunidad de españoles. Quizás entre ellos estén bien, es posible, pero amigos, yo no, no estoy a gusto con vosotros. Ya llevo muchos meses y no, las relaciones no fluyen. Sí, yo soy la rara del grupo, la que trabaja haciendo porno y no en hostelería;  la que llegó sola sin pareja y sin amigos, con cuatro duros y encima la echaron y se quedó sin casa y sin trabajo; la que habla con los borrachos autóctonos tratándolos como iguales, la que no recibe ayuda económica familiar de ningún tipo; la que no quiere visitas de su familia; la que no desea volver a España cuanto antes ni de visita, la que prefiere muchas veces quedarse en casa que salir a tomar cerveza a bares que no le gustan para hablar de estupideces, la que no tolera comentarios paternalistas…

Ya está bien de que me digan que es lo mejor o peor para mí. Mi trabajo es una mierda sí, pero gano más que ellos trabajando menos horas que ellos, y encima muchas veces me gusta mi trabajo.  Ya está bien de que me digan que qué hago hablando con ese tipo que va tan colocado, qué clases de inglés debo elegir, qué tenga cuidado si me voy con un chico cuando ya va terminando la noche… Creo que ya van conociéndome y se van dando cuenta que no he nacido ayer, pero su jodido mundo de algodón de azúcar me chirría.

Exiliados nos llaman desde algunos medios progres o incluso desde plataformas como Juventud sin futuro. Somos inmigrantes, no exiliados, creo que no es exactamente lo mismo. Pero aquí no vengo ahora para discutir de qué termino es más adecuado, sino para decir que no me siento dentro de la comunidad de “exiliados españoles”. Tampoco me siento representada por la Marea granate. Quizás sin crisis yo también me habría largado aunque desde luego que no en las mismas condiciones. No me siento representada porque cuando llegué una de mis tareas era fregar retretes y no se me caen los anillos por tener un título universitario y pasar mucho tiempo con una fregona entre mis manos. La mayoría de la gente que se marcha son jóvenes de clase media y con estudios universitarios. Los hay que en España no han trabajado en su puta vida y llegan aquí y resultan que tienen que fregar. Y les jode porque tienen estudios. Puro clasismo.


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