miércoles, 20 de mayo de 2015

Ciudad gris



Cuando se duerme mal a diario, te levantas cansada y de mala gana a empezar el día. Aquí el tiempo es muy inestable, lo mismo te cae una trompa de agua que a los cinco minutos te sale el sol. Es desconcertante, frustrante y trae altibajos en tu estado de ánimo. La gran parte de gente que conozco aquí no se encuentran a gusto ni con su vida ni con la ciudad. Un clima de desánimo nos rodea a todos. Caras mustias, aburrimiento, incertidumbre, precariedad laboral, paro... un poeta que nació aquí decía que esta ciudad es una tumba de ambiciones. No andaba muy desencaminado, y quizás una vez que pasas aquí demasiado tiempo, la mala energía te absorve terminando alcoholizado y muerto como él. 

En los últimos meses cada vez he ido viendo menos a las personas con las que antes me reunía más a menudo. Nubes de humo como respuesta a planes cotidianos como puede ser tomar un café; fines de semana dedicados a la lectura, a ver películas y a limpiar la casa. Junto con otra mujer soy la única persona soltera del grupo de gente que tengo aquí. La diferencia entre ella y yo es que ganará más del doble que yo, tiene un trabajo satisfactorio y cada dos por tres se marcha de viaje. Mucha gente se pregunta, ¿qué pasa con el grupo? A parte de la tristeza generalizada, la monogamia se ha ido instalando en aquellos que estaban solteros y reforzando en los que no lo estaban.  

Hay muchas personas que se han ido y otras nuevas que han llegado el tiempo que llevo viviendo aquí. No tengo ni idea de quienes vendrán, pero muchos de los que están tienen planes futuros de marcharse a corto plazo. Me alegro de que por fin tengan horizontes e intenten luchar contra la desidia que nos corroe en esta ciudad, pero por otro lado me apena la pérdida de esas personas que me han acompañado este tiempo y compararme con ellas y saber que no tengo un hogar al que volver. 

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