viernes, 28 de agosto de 2015

Conmigo misma y mi deseo.

Una cortesana no debe llorar nunca, no debe sufrir nunca. Una cortesana no tiene el derecho de ser ni sentirse como cualquier otra mujer. Debe sofocar cualquier tipo de sentimentalismo y actuar heroicamente. Así pues, no seas sensible, Liane. El día en que me hice cortesana renuncié a eso que llaman la sensibilidad del alma. Para mí no existen ya los deberes, ni responsabilidad alguna que no sea para conmigo misma y mi deseo. ¡Qué independencia, qué libertad embriagadora! Reflexiona un poco, Liane: basta de principios, basta de moral, basta de religión.
Una cortesana puede hacerlo todo sin máscaras, sin muecas, sin hipocresías y sin temer reproche o censura alguna, pues nada le afecta. Está fuera de la sociedad y de sus mezquindades. ¿La señalan con el dedo? Quizás en otra época, pero no hoy. Vamos, cortesana de pacotilla y corazón tierno, echa esa loca que te está causando tanto daño y no hace más que enredarte.

 Natalie Clifford Barney

No hay comentarios: